Desde hace algunos años la apuesta por la creación de automóviles autónomos se ha intensificado y en la búsqueda por reducir los accidentes y mejorar el tráfico vial de las grandes ciudades, se han generado alianzas entre las más grandes transnacionales del sector tecnológico y automotriz.
Google tomó la delantera en el 2012 cuando comenzó a realizar pruebas de conducción automática con vehículos de Toyota y Lexus. En mayo del 2016 cerró un contrato para colaborar con FIAT Chrysler; en el mismo año, Uber concretó una inversión millonaria con Volvo, mientras que Tesla desarrollaba un modelo propio.
Por su parte General Motors cerró una inversión de 500 millones de dólares con la aplicación móvil de autotransporte Lyfta, al tiempo que Microsoft iniciaba la exploración del sector en colaboración con Renault-Nissan para aumentar la interconectividad de los vehículos. Ahora, la alianza más reciente es la anunciada por Apple con Volkswagen, que buscará competir por la creación y mejoramiento del automóvil autónomo.
Japón, una de las potencias mundiales en la producción de vehículos, ha anunciado que para los Juegos Olímpicos del 2020 planea lanzar una línea de transporte autónomo que posibilite el flujo de los visitantes alrededor de la capital y si todo sale de acuerdo a lo planeado, será una gran demostración de los beneficios de esta nueva tecnología.
A pesar de que la apuesta por los automóviles automáticos es alta y ha generado una gran expectativa alrededor del mundo, aún hay varios temas que quedan sin resolver, los cuales van desde una infraestructura de red óptima para su buen funcionamiento, hasta las políticas regulatorias que serán necesarias ante esta nueva modalidad de transporte.
En países en vías de desarrollo como el nuestro, resulta difícil pensar en un transporte autónomo, puesto que la infraestructura de internet es deficiente. Aún así, la llegada de este tipo de automóviles traería consigo varios cambios: una reestructuración de las políticas gubernamentales que haría posible su correcto funcionamiento, una cultura cívica para pasajeros y peatones que posibiliten la reducción de accidentes y un nuevo reto para diversas industrias como las aseguradoras, las cuales tendrían que adaptar sus servicios ante las nuevas demandas que pudieran llegar a surgir.
A pesar de que los coches autónomos son una gran propuesta para reducir los accidentes y el caos vial, no están exentos de posibles eventualidades, por ello las aseguradoras tendrían que adaptarse a este nuevo medio de transporte, ofreciendo la protección necesaria a todos los conductores de estos vehículos.