En los últimos años las eventualidades y desastres naturales que han azotado nuestro país poco a poco están acercando a las personas a los seguros, aunque no a la velocidad que se necesita para el nivel del riesgo al que nos enfrentamos; ya que el 41% del territorio se encuentra expuesto a sufrir los estragos de la naturaleza y sólo el 6.5% de los hogares tienen protección por decisión propia ante desastres naturales.
El pasado mes de septiembre fue difícil para la población mexicana, nos tuvimos que enfrentar a huracanes, pero también a 2 sismos de gran intensidad. El primero fue el jueves 7 de septiembre, un movimiento magnitud de 8.2 grados con epicentro en Chiapas lo que lo convirtió en el más intenso en cien años de nuestra historia.
El segundo otra vez el 19 de septiembre, en la misma fecha que hace 32 años en 1985. Un sismo de intensidad 7.1 sacudió a la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero y Oaxaca. Ambos, eventos catastróficos que causaron pérdidas humanas y patrimoniales.
Y estamos expuestos a este fenómeno de la naturaleza en cualquier momento, ya que un movimiento telúrico no se puede predecir con exactitud. De lo que sí estamos seguros es que nos encontramos en una zona de alto riesgo, de acuerdo al Servicio Sismológico Nacional esto se debe a la interacción de cinco placas tectónicas en nuestro territorio, incluso reportan en promedio la ocurrencia de 40 sismos de baja intensidad por día.
Ante el sismo o cualquier otro fenómeno de la naturaleza que puede pegar con fuerza devastadora a la República Mexicana lo mejor es estar preparados, para que al momento que ocurra sólo nos preocupemos por nuestra integridad y la de nuestras familias y pensar que nuestro patrimonio se encuentra asegurado.
El seguro es una herramienta financiera de inversión que ayuda a las familias mexicanas a cuidar sus bienes, además de ser una medida de prevención. Cuando hay una catástrofe primero se debe resguardar la vida y pensar con que el seguro ayudará a recuperar el patrimonio con mayor prontitud.
Un seguro de daños protege a tu familia y su casa ante eventos naturales catastróficos, como un huracán, inundación, o un sismo; también ante fenómenos hidrometeorológicos como avalanchas de lodo, granizo, helada, huracán, inundación, inundación por lluvia, golpe de mar, marejada, nevada y vientos tempestuosos.
De igual forma protege contra robo con violencia, incendios incluso originados por rayos, explosión de tanques de gas, calentadores y otros aparatos que puedan causarla. Existen otros riesgos que se pueden contemplar en una póliza llamados extensión de cubierta, como: Huelgas y vandalismo, roturas o filtraciones accidentales de tuberías o sistemas de abastecimiento de agua o de vapor, descargas accidentales o derrame de agua o vapor de agua.
Además, está medida de prevención también responde por los daños que puedas causar en las casas vecinas, de los cuales también eres responsable de todo lo que ocurra derivado de tus acciones y lo debes de cubrir tengas o no seguro.